Estoy seguro que más de un peruano alguna vez habrá caído por la famosa leva de los años 90, un grupo de soldados que salía a las calles a mando de un oficial a reclutar hombres mayores de edad para el servicio militar obligatorio , todos le temían, cuando oían en algún momento por la calle de alguna barriada, cantinas o en cualquier parte de la ciudad, ha alguien gritar “la leva, la leva” todo aquel que no había hecho su servicio militar obligatorio o aquel que si lo hizo pero que más no contaba con los papeles para demostrarlo, corría despavoridamente, a tomar algún refugio donde la leva no pudiera alcanzarlo, pues esa clase de caserías era violenta y hasta sangrienta, los subían a los camiones del ejercito como si se tratasen de cadáveres, donde eran salvajemente golpeados tanto física como psicológicamente. Mi padre un militar del ejercito y yo un adolecente de 12 años que deseaba seguir los mismos rumbos, ya lo había decidido hace mucho tiempo, quería servir a mi patria, marchar en una tropa con mi arma abrazada al pecho, con el cuerpo derecho y la frente bien arriba, con las botas muy brillantes, sacando polvo con mi paso de desfile y arrancando aplausos.
Recuerdo que mi padre en cierta ocasión me llevo a un campo donde se almacenaba armamento bélico, un lugar llamado “coscombita” tenia parecido mucho a un desierto, las arenas y un sol incandescente, estaba resguardado por muchos militares, decían que si los terroristas llegaban a tomar coscombita podrían hacer desaparecer toda la ciudad, nunca ocurrió hasta donde yo sé, pues aun sigo viviendo en la misma; allí en ese lugar llamado coscombita tuve una visión más cercana de la realidad, de lo que era el servicio militar obligatorio, recuerdo a un hombre grande de corte de cabello muy pequeño ordenando ha un soldado rodar su cuerpo por una cuesta de arena, ante un sol abrumador sol, lo hacia una y otra vez y sin derecho a que pudiera tomar agua, sangraba por la nariz, era pateado, apuñeteado salvajemente ante la indiferente mirada de sus compañeros y mi padre que nada podía hacer, pues poseía un rango inferior a él. Siempre veía esta clase de cosas y por lo que me contaban algunos soldados tímidamente era común que siempre ocurriera.
Con esta clase de experiencias muy cercanas termine por decidir si deseaba servir a la patria y mi decisión era más que lógica, más se me olvidaba un pequeño detalle, cuando se trataba de un servicio militar obligatorio, donde todo aquel, varón, que cumpliera los 18 años de edad tenia que servir obligatoriamente, era algo que no debía aterrorizarme a mis cortos 12 años de edad pero con cada año que cumplía era mas evidente que muy pronto llegaría el día. Hasta que llego un noviembre, donde una mañana tuve que necesariamente presentarme, así lo hice muy tranquilo, seguro, sabiendo que el servicio militar obligatorio ya había sido derogado por el entonces presidente Fujimori, atinaba a la futura pregunta como suerte de un Dios “deseas servir a tu patria”, mi respuesta iba a ser un rotundamente no. Los militares jamás me preguntaron si deseaba servir o no, delegándome a la batería comando, claro después de haberme tomado un examen completamente desnudo, al menos la vergüenza era compartida porque éramos como 50 jóvenes, yo estaba asustado, quería correr a la calle, y no lo hice por el temor a que me dispararan, pues siempre había un aviso que decía “ alto, deténgase, tenemos ordenes de disparar” así la pase por más de una hora, pero mi madre buscando influencias por mi padre que era militar, que por destino de la vida se encontraba cumpliendo su servicio en la selva, ella me saco a una hora de haber ingresado; decían que los militares desconocían esa ley y por esa razón no la tomaban en cuenta. Sé que no es una un relato no muy patriótico ni muy valiente, pero tengamos en cuenta los complejos sicológicos que de niño había experimentado.
Ya afuera de las instalaciones del cuartel militar sentía una sensación de libertad, como si saliera de prisión después de muchos años; Desde esa fecha ya no volví ha saber de levas.
Ahora en las calles no es extraño encontrar a un grupo de soldados con una gigantografía invitándote ha servir para lo cual si lo haces recibes muchos beneficios que da el gobierno, es muy difícil convencer a la juventud de hoy, y por la misma razón los cuarteles se encuentran sin logística humana.
E incluso mi padre era enviado a las zonas bajas de la ciudad obligado ha traer por sus propios medios económicos a jóvenes que deseen servir, y de alguna forma mi padre lograba convencer a unos dos o tres a lo mucho, pero no es suficiente para los cuarteles.
Y aquella historia sucede en todo el Perú, aunque las condiciones del servicio militar han mejorado, los jóvenes desean invertir su tiempo en una pandilla. No estamos preparados para una guerra, no soy la persona mas indicada para decirlo estoy seguro, pero esa es nuestra realidad.
2 comentarios:
recuerdo tenia tu edad pero yo si servi y no era como lo cuentas , debiste de servir
el peru necesita nuevamente esa ley del servicio militar obligatorio los jovenes no saben a que dedicarse y se instalan en pandillas drogas y alcohol
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